Por una lejana playa, un viejo profesor iba dando un paseo. A lo lejos vio a un joven que se agachaba, lanzaba algo al agua, daba un paso, volvía a coger algo y volvía a lanzarlo de nuevo, y así una y otra vez. El viejo profesor se acercó y mantuvo con el joven esta conversación:
- Buenos días
- Buenos días, señor.
- Le vengo observando desde hace un rato y me preguntaba qué es lo que estaba haciendo, recogiendo y arrojando algo al agua.
- Pues, verá. Por esta zona hay muchas estrellas de mar y, al subir la marea, son arrastradas hacia la playa. Cuando la marea baja, gran cantidad de éstas estrellas no son arrastradas de nuevo al interior del mar y quedan varadas en la arena. Las estrellas de mar, de esta manera, al estar fuera de su medio natural no pueden respirar y se ahogan. Lo que yo hago es algo muy importante: las recojo y les salvo la vida arrojándolas de nuevo al agua.
- Pero, por lo que veo, a lo largo de la playa hay miles y miles de estrellas varadas, y seguro que más allá de lo que alcanza mi vista habrá aún más kilómetros de playa con aún más estrellas, y seguramente existen miles y miles de playas en las que se dé esta misma circunstancia. Así que no creo que lo que esta usted haciendo sea tan importante.
- El joven sonrió, se agachó, cogió una estrella de mar, la lanzó hacia el agua y dijo: “pues para ésta sí que es importante”.
22 junio 2006
Una historia que una vez me contaron
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1 comentario:
No subestimemos el valor de las cosas pequeñas y los pequeños detalles.
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