En una ocasión, un sacerdote iba acompañado de un seminarista en un viaje en barco. Durantre la travesía se produjo una terible tempestad, el barco zozobraba, las inmensas olas alacanzaban la cubierta, y parecía que el barco se iba a hundir.
El seminarista apareció de repente y dijo al sacerdote: "He pasado junto al puente de mando, estaban todos los oficiales del barco, maniobrando la embarcación como locos, jurando y diciendo verdaderas barbaridades. Hemos de decirles que moderen sus palabras, que confien en Dios y recen".
El sacerdote contesto al seminarista: "Dejémosles que hagan su trabajo aunque a veces digan algun taco. tranquilízate, arrodillemonos nosotros y recemos". Así lo hicieron.
Mas tarde, el seminarista fue a dar otra vuelta y volvió alterado "En el puente de mando estaban ahora, los oficiales, la marinería y todo el personal de emergencias, estaban blasfemando, alteradísismos, manejando el barco como una locura. Me parece vergonzoso, debemos hacer que dejen de blasfemar y que recen"
El sacerdote le respondió de nuevo: "Que hagan lo que tengan que hacer, perdónemosles las injurias que gritan y recemos nosotros"
Al cabo de un rato, el seminarista volvió y dijo "Acabo de presenciar un milagro: está toda la tripulación del barco al completo, arrodillada y rezando a nuestro Señor"
A lo que el sacerdote respondió gritando "¡A los botes salvavidas!, ¡nos hundimoooooos!"
No hay comentarios:
Publicar un comentario